Tengo en preparación un libro que tiene la vocación de ser el mejor sobre Apicultura Natural, en respeto a la Naturaleza y la Vida, que se pueda encontrar, hoy por hoy, en cualquier librería del mundo.
Y no lo digo ni por vanagloria ni por mercantilismo, sino en honor a la verdad.
Será el fruto de los conocimientos que de otros he recibido, de los que me he empapado despreciando los dictados de la moda anticientífica actual, conocimientos que he practicado en la medida de lo posible y que, una vez maduros –como la miel en las celdillas, una vez perdida el agua sobrante- están listos para ser alimento y dar, así, humildemente, vida. O también, como la danza gozosa de la abeja que habiendo encontrado flores con un rico contenido de néctar, vuelve a la colmena ('convoca a las amigas y vecinas y les dice: `Alegraos conmigo'. Lc 15, 9a.b) e indica a sus hermanas –todas, constituyentes del cuerpo de la Colmena, que en nuestro caso es de la Humanidad- dónde poder ir a recoger el regalo de ese fruto, precursor de la miel, que luego ha de dar, en forma de alimento -y despensa- limpísimas, energía para todas ellas, energía de vida para toda la colmena.
No pensaba deciros nada por el momento -ni antes de los próximos meses- al respecto, pero una correspondencia recibida en estos días de un “apicultor moderno”, en este caso ubicado en Canarias, me ha motivado a hacerlo.
La “apicultura moderna” es, respecto a las abejas, lo que la “medicina” oficial respecto a la salud de las gentes: una absoluta aberración ‘a’, o ‘anti’, científica contra la vida…Y encima, imponiéndola desde su absoluta ignorancia prepotente, cuando no perversidad, como científica, como la mejor.
Le digo al “apicultor” de marras que 'qué suerte tiene estando en Canarias y, así, cerca de Stefan', el apicultor alemán afincado en La Palma que trajo a España los trabajos que durante 20 años desarrolló en Estados Unidos Lee Dusby, en el sentido de devolver a la abeja a su tamaño original, y que él los ha llevado a cabo y enseñado en y desde las Islas Canarias. Le añado que a esto convendría añadirle el sistema desarrollado en la última década por Oscar Perone bautizándolo con el nombre de Apicultura Natural Extensiva. Y que yo tengo en proyecto casar ambas (¡que se ignoran entre sí!) añadiendo la práctica de otras atenciones importantísimas y no tenidas en cuenta, como son la ubicación de cada colmena en el colmenar, el agua (todavía mas importante, en cuanto a calidad se refiere, que el mismo alimento), las ayudas terapéuticas, entre otras cosas, lejos de la basura química de hoy, y… (Bueno, paciencia, ya lo veréis en su momento, cuando leáis mi libro:-)
Y va, y me dice, después de anunciarme que prepara (¿cómo lo hará? A mí me lo preparan mis abejas...) el mejor propóleos, el rojo, (¿?) de forma ecológica (¿?), que ‘Stefan –nombrando su apellido, en vez del nombre- se ha equivocado porque hay diferentes razas de abejas con diferentes tamaños… ¡pretendiendo darme a entender que la ‘apis mellífera’ tiene actualmente su tamaño natural!’ ¡Increíble la ignorancia supina del tipo ese! Y va y me añade que ‘¡así están sus colmenas con varroa, por no (‘mal’, habría que decir) tratarlas como hacen todos!’(¡¿?!).
Cuando la realidad científica del 'problema' de la varroa, -que no es, por cierto, un enemigo de las abejas, no es un enemigo de la colmena, sino un huésped, quien, por cierto también, le paga su cuenta/factura haciendo un trabajo para ella-, es fruto del DESEQUILIBRIO producido al introducir cuadros en su cuerpo, la colmena (vamos, como si te quitasen a tí los huesos y te pusiesen un armazón de plástico), y engrandecer las celdillas en ellos para aumentar el tamaño de las abejas...-y que diesen, así, mas miel, es decir, que se pudiera sacar mas dinero (plata) con ellas: algo que, en realidad, es el fruto de un puro instinto esclavista-depredador y, por ello, absolutamente estúpido-, comenzado a finales del s. XIX por el “científico” de pacotilla –como suelen serlo, desde Descartes, todos-, profesor Baudoux de Bélgica. Problema agravado posteriormente, si cabe, por todos los tratamientos realizados con basuras químicas tóxicas en la denominada -¡qué eufemismo tan cínico!- “apicultura moderna”.
Y para más desatino, mi ‘apinatural’ interlocutor, añade que ‘Oscar Perone no tiene ni idea de apicultura’… ¡Cuando es un genio innovador en el panorama de la Apicultura actual, depredadora, como toda la civilización de muerte que la enmarca! Un sencillo genio que figurará en los libros de Historia de la Apicultura en su momento, cuando la verdad, la sensatez y la sabiduría vuelvan a ser restaurados tras haber desparecido esta humanidad-estúpida-hasta-el-infinito y, en su estupidez, depredadora-suicida.
Lo he mandado a ‘escaparrrar’ de malas formas: y es que ya, definitivamente, no puedo soportar ni a los estúpidos, ni a los criminales que trabajan contra la vida, ni a los babosos hipócritas que lo hacen por dinero. Que viene a ser todo una misma cosa.
No debería nadie perder de vista que el depredador es el primero que desaparece, al destruir, en su ceguera prepotente, insensata y necia, siempre criminal, a todo su entorno, entorno del que precisa ineludiblemente.
Y, en definitiva, y como fruto de una ‘razón’ infinitamente más alta y profunda, porque 'quien desprecia la vida, es despreciado por ella, apartándose de él'… (Lo que le supone la muerte, ¿no?. Obvio.)
Cuando tenga el libro publicado, os aviso.
Un fraternal abrazo
Ernesto